“TALLER A” CUMPLE 10 AÑOS

Pato Ballejos: “Soy felizmente lo que soñé de pibe, y más”

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En el año 2015 nace un proyecto que surge de la necesidad, no económica, sino de cambio, de lograr mejor calidad de vida. “Taller A”, nace de la resiliencia.

Pato Ballejos celebra en el presente 2025, los 10 años de su sueño hecho realidad. Una década de permanente crecimiento de un espacio, donde el amor, la pasión y el compromiso, lograron que su vida, y la de su familia, se viera transformada, renaciendo con cada anhelo alcanzado.

El artista plástico abre su corazón a través de una larga charla, mate de por medio, entre piezas secándose, y herramientas de trabajo, para contar cómo nace el taller, un espacio donde hacer cerámica a mano, pintura aplicada a la cerámica, alfarería en torno y esculturas, entre otras opciones.

Surge “cuando nace Blas (su segundo hijo), por cuestiones familiares, por cuestiones de saturación con el trabajo, donde yo no me sentía feliz, ni pleno, aunque sí útil, pero con muchos problemas en el trabajo, y esa necesidad de salir, y de tener con qué salir a la cancha”, comienza explicando Pato.

Por aquellos años, trabajaba en Cultura Municipal, además de ser profe en escuelas, y pese a que contaba con dos títulos en la disciplina, y había pasado por una experiencia de dar clases de cerámica en el año 2013 en Villanueva, seguía sin “sentirme preparado para dar cerámica, porque yo siempre me dediqué más a la pintura, aunque sí hacía cerámica en casa”, reconoce.

Finalmente, acepta la propuesta del Subsecretario de Cultura del momento, y en el 2014, reemplazando, en Ranchos, a Soledad Viciconte (quien actualmente continúa frente al taller Municipal), en su licencia por maternidad. Allí, comienza a forjarse este proyecto de crear de manera particular un taller de cerámica, cuando no era la moda, ni el boom, que hoy es.

En un contexto familiar, que tampoco era favorable, con dos hijos: Amanda muy chiquita, y Blas recién nacido, y su esposa atravesando una depresión post parto que la mantenía postrada en una cama: “Se me caía todo lo que yo creía como sólido. Se me caía todo a pedazos. Entonces, yo creía que lo que pudiese sumar en casa, no desde lo económico, sino desde el tiempo, y calidad de ese tiempo, me iba a ser significativo. Así que termino accediendo (al pedido del Subsecretario), sin plata de por medio, pero pidiendo de no ir a la oficina, ni lunes ni viernes (…). Así que empecé a dar talleres de niños y de adultos que había”, relata.

Tal vez el destino, el universo o vaya a saber qué, comenzó a ejercer su fuerza, y las señales se fueron dando para que la idea de buscar nuevos horizontes, comiencen a tomar fuerza: “Un día, Susana Magnífico, para mi cumpleaños 33, me escribe en Facebook: ‘Pato, el 33 es un número mágico’. Cuando la veo le digo que no tengo ni idea qué significa, y me dice que ‘el 33 es el último número mágico, puede ser bisagra, vas a tener la fuerza para hacer un cambio grande…’. Y es como que me hubiese dicho ‘animate y hacelo’”, cuenta.

“Venía haciendo el taller muy de a poquitito, con los últimos pesos que tenía. Si seguía como venía, me iba a enfermar, así que decidí saltar. Si había agua bien, sino aprenderemos a volar- pensó-, así que fue así y me largué. Me tomé las vacaciones de diciembre, y el 15 de febrero arranco con el taller en casa con dos talleres de adultos, y dos de niños, de 6-7 personas, sin tener todavía el horno que llegó como a los dos meses. Era todo muy a pulmón”, rememora.

El crecimiento fue tan paulatino, que recién varios meses después logró comprar su primer torno, “que marcó una dinámica para mí como ceramista, porque empecé a hacer piezas para vender, que se sumaba en ingreso a los 4 talleres, y la gente respondió re bien”, destaca agradecido.

“De a poco fui dejando los talleres de niños, y me dediqué a los adultos, que es lo que hoy me dedico, con siete talleres de 13-14 personas cada uno, llegando a las casi 100 personas, lo cual para Ranchos es muchísimo. Y cada año se va sumando más gente”, teniendo incluso una lista de espera, que por el momento no puede incluir por cuestiones de espacio, aunque ya se está planificando una ampliación. A esto hay que sumarle falta de día, horarios, capacidad de horneado, y energía propia para afrontar ese desafío. Pese a estas limitaciones, asegura que siempre “se generan cosas muy lindas” con sus alumnos.

“Este tallercito es un espacio re humilde, lo hice con maderas que conseguía, con chapas, con ventanas viejas… como pude. A medida que he ido pudiendo, he ido mejorándolo, y brindando más comodidades”, así como también incorporando más elementos y herramientas de trabajo.

Dar clases no es solo la función que tiene el ceramista, sino que incluye un sinfín de actividades que continúan una vez que los alumnos se marcharon. Mantenimiento de las piezas, la arcilla, los engobes, los horneados, tratar con proveedores, la limpieza y orden del lugar, son solo algunas de las responsabilidades que no se ven, pero son fundamentales para el normal desarrollo del taller, pero después de 10 años, “es una rueda que ya gira sola. Si, lleva mucha energía y lleva mucho trabajo, pero realmente vivir de lo que yo estudié (primero), de lo que amo (segundo) y lo que me da paz en mi propia casa, patio mediante, con mis hijos… soy un bendecido.  A mí me giró la vida este taller al 100, y favorablemente, porque realmente soy un bendecido. No muchas personas pueden trabajar de este modo, con la comodidad de estar en tu propia casa, de recibir gente (…) este es mi refugio, porque lo construí con mucho amor. Cada planta que puse habla de mi papá, de mi abuela. Tengo un rincón con fotos de mis antepasados, es como una construcción muy desde el corazón. Siento que cada uno que transita el taller, también transita un poco mi vida, y lo que yo elijo para mi día a día. Y también tratando de ser puente. La gente la está pasando mal, y que puedan venir dos horas, y que se les pase volando… Bajan la ansiedad, el pensamiento compulsivo, bajan la angustia. Regulás un montón de emociones que son híper dañinas para la cabeza, el corazón”, puntualiza entre anécdotas de alumnos que manifiestan esa paz que transmite hacer cerámica.

Dentro del Taller A, además, se genera un espacio de convivencia, de interrelaciones, donde “se juntan a cenar, para los cumpleaños… si uno está enfermo le escriben, están atentos…. Se generan cosas muy lindas, muy divertidas, nos matamos de risa. Yo tengo un humor muy ácido, y se generan cosas muy lindas. Este taller arrancó siendo como un salvavidas, y realmente lo fue”, afirma Pato. Un salvavidas no solo para él, sino para mucha gente, “porque cuando no se vive desde el egoísmo, ni desde el yoísmo, donde se transita desde el amor, y se da lo mejor de uno mismo, yo creo que surgen este tipo de cosas :10 años, casi 100 personas (hoy), con una cuota que es accesible para las personas, también, siempre trato de que prime eso. No quiero un taller con cinco personas bien pagas. Quiero un taller lleno de gente, que les sirva, y donde hay como un acuerdo tácito, que nos tenemos que favorecer todos”.

“Yo vivo de esto. Voy a la escuela, porque amo la escuela, pero económicamente, mi entrada es el taller, sustento a mis hijos con el taller, y con las piezas que hago. Así que estoy en mi salsa, cuando quiero pintar pinto, cuando quiero hacer esculturas lo hago. Es lo que soñé de pibe. Soy felizmente lo que soñé de pibe, y más, porque cuando uno sueña no podés dimensionar, ni te parece tan aplicable, en un mundo tan cruel, donde nos han enseñado que los sueños quedan relegados, verme hoy que a mis hijos no les falta nada gracias a que yo trabajo de lo que amo, es muchísimo (…). Yo creo que cuando vos amás lo que hacés, no estás trabajando. Más allá del cansancio físico, yo no siento que trabaje. Yo cruzo el puentecito, y disfruto, de las risas, de los mates, lavados siempre, es ley (dice entre risas). Y puedo hacer todo lo que me gusta, porque en la cerámica, y con el perfil del taller, en comparación con otros, es más desde el dibujo, desde la pintura aplicada, de la cerámica escultórica, el torno…hay alumnos que son un desafío. Tengo chicos que hacen escultura, otros que pintan muy bien, y esos alumnos te sacan también de lo utilitario que hacemos todos, y lo genérico. Tenér un desafío acá, donde hay que asesorarlo en el equilibrio de una escultura, el peso compositivo de una pintura aplicada a…, hay vueltas de rosca en muchos alumnos, y eso va enriqueciendo la cosa, y disfruto muchísimo”, detalla.

“No le pido más a Dios o al universo de lo que tengo, porque solo me queda agradecer”, manifiesta, contando cómo nació físicamente este espacio que hoy congrega a casi un centenar de alumnos, que fluyen y confluyen en un ámbito de unión y cordialidad, llegando al taller no solo desde Ranchos, sino de otras localidades.

“Me encanta que algo tan mío, como este taller, se lo apropien otros… es tan lindo poder compartir esto, que es mi corazón., Además, estoy compartiendo la intimidad de mi casa. Me sobran los dedos de la mano si tengo que enumerar cuando me pasó algo feo (…) me cuido mucho también, porque los artistas plásticos manejamos una sensibilidad desorbitante, y que los alumnos también te cuiden, que se preocupen por vos (…) me han visto atravesar un montón de situaciones: pérdidas, enfermedades, y sentir el acompañamiento, el apoyo, el cuidado, es muy importante”, remarca.

Como proyectos, solo ansía expandir un poco más el espacio, pero lo demás, es “solo agradecer. Yo me he ido preparando a lo largo de mi vida, con una base de dibujo muy fuerte, pero donde puedo ofrecer a los alumnos un abanico de opciones, y mantenerlo firme. A mí me costó un montón, hacerme de la confianza para tener un taller así, pero siempre tuve a mi profesora de Chascomús, Alicita Francese”, que hasta en los mínimos detalles lo asesoró y orientó para que pudiera crecer, y perfeccionarse. Del mismo modo, reconoce y agradece a quien lo preparó en torno, Sole Viciconte, en sus épocas de estudiante, no solo enseñándole, sino cediéndole su torno para practicar. Y así también lo vive con quienes le pide consejos en el rubro.

No todo ha sido color de rosa, la pandemia, como a tantas otras personas, los golpeó fuerte. La imposibilidad de dictar clases en el taller, fuente principal de ingreso, hizo tambalear la economía familiar de manera drástica. El hecho de mantener dos horas cátedras en el ámbito educativo, impidió que puedan recibir ayuda estatal, tal como lo tuvieron muchos comerciantes y emprendedores. Pero una vez más, lograron renacer y buscar una vía de escape, que llegó una vez más de la mano de la cerámica, pero con una vuelta de tuerca, y fue a través de la venta de piezas creadas por él.

Por último, quienes quieran adquirir las piezas de autor de Pato Ballejos, pueden contactarse a través de las redes sociales (Instagram: Talle_a_cerámicas, Facebook: Taller «a» Arte cerámico de Pato Ballejos), “Toda la cerámica es personalizada, no trabajo con moldes. Es decir que cada pieza que hago, está hecha a mano 100%, desde el amasado, hasta el torneado en caso de que sean cosas circulares, la pintura también, no trabajo con esténcil, ni transferencias. Es todo dibujado, pintado a mano, que es también rescatar el oficio de la cerámica. Me gusta, porque uno todo lo que yo amo, el dibujo, la pintura, la cerámica, la botánica… Poder proponer algo distinto, donde está tan de moda la cerámica, y tan dicho todo… Poder hacer cerámica totalmente de autor, hacerlo a medida del ojo de quien sea. Y eso, creo que, en el mercado de la cerámica, marca como algo único”, considera Pato.

No todo es cerámica, y pronto se vendrán novedades, pero que tienen que ver con la ilustración. Sin dar mayores precisiones, dejando con la intriga, y las ganas de saber más, Pato contó que “se viene un proyecto grande de ilustración”, en el cual ya está trabajando. Esperamos ansiosos! 

Fotos: MD/ José Ballejos/ FB Taller A

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