El 30 de mayo se conmemora el Día Mundial de la Esclerosis Múltiple, una enfermedad neurológica crónica que afecta al sistema nervioso central, principalmente al cerebro, la médula espinal y los nervios ópticos. Se caracteriza por un ataque del sistema inmunológico a la mielina, la capa protectora que recubre las neuronas, lo que genera daño y disrupción en la transmisión de los impulsos nerviosos.
La esclerosis múltiple suele afectar a personas entre los 20 y los 40 años, con mayor prevalencia en mujeres. Se estima que en Argentina hay alrededor de 17.000 personas viviendo con esta enfermedad.
Los síntomas son muy variables y dependen de la zona afectada del sistema nervioso. Los más frecuentes son: pérdida de fuerza o sensibilidad en una o varias partes del cuerpo; pérdida de visión o visión doble; alteraciones del equilibrio y la marcha; dificultad para coordinar los movimientos; fatiga; problemas de memoria y atención; alteraciones del control de esfínteres; dolor; y depresión y ansiedad, entre otros.
«Lamentablemente, el camino hacia el diagnóstico de esclerosis múltiple no siempre es sencillo porque los síntomas iniciales pueden ser vagos o imitar otras enfermedades, lo que genera demoras y frustración en los pacientes», señaló la médica neuróloga del Hospital de Clínicas José de San Martín, María Eugenia Balbuena Aguirre. Y agregó: «Un diagnóstico tardío retrasa la oportunidad de iniciar tratamientos que modifiquen el curso de la enfermedad y mejoren la calidad de vida. Por eso la importancia de la detección temprana».
Es fundamental que si una persona experimenta alguno de los síntomas mencionados consulten con un médico de inmediato para obtener un diagnóstico oportuno ya que, si bien esta enfermedad aún no tiene cura, un diagnóstico temprano y preciso es crucial para el manejo de esta enfermedad y la implementación de un tratamiento. En ese sentido, el objetivo del tratamiento es modificar la evolución de la enfermedad, prevenir las recaídas y la discapacidad, y mejorar la calidad de vida del paciente.
La esclerosis múltiple se presenta en diferentes formas clínicas:
Recaída-remisión: Es la forma más común. Se caracteriza por episodios de nuevos síntomas (recaídas) seguidos de periodos de recuperación (remisiones).
Secundaria Progresiva: Tras un inicio con recaídas, la enfermedad progresa gradualmente, independientemente de las mismas.
Primaria progresiva: Es la menos frecuente. La discapacidad empeora desde el inicio de la enfermedad sin presentar recaídas.
Los múltiples tratamientos disponibles requieren del médico tratante una evaluación exhaustiva de diversos factores para seleccionar uno que sea el más adecuado. Se tratan de medicaciones que tienen funciones inmunomoduladoras o inmunosupresoras. Antes de iniciar el tratamiento, el paciente debe someterse a una serie de evaluaciones médicas para garantizar que es apto para recibir la medicación y minimizar el riesgo de que experimente efectos secundarios adversos.
La esclerosis múltiple es una enfermedad compleja que afecta significativamente la vida de las personas que la padecen. Sin embargo, los avances en el diagnóstico y tratamiento permiten mejorar el pronóstico y la calidad de vida de los pacientes. «Es fundamental el trabajo en equipo entre médicos de diferentes especialidades, junto con el apoyo de la familia y la comunidad, para brindar una atención integral a cada paciente», concluyó la neuróloga Balbuena.