
Según un informe del Observatorio de la UCA, la percepción de insuficiencia de ingresos crece incluso entre sectores medios y con empleo formal.
Más de la mitad de la población urbana en Argentina experimenta actualmente estrés económico, una forma de medir la insuficiencia de ingresos desde la percepción subjetiva de los propios hogares. Así lo señala el último informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA), presentado en el programa Hagamos lío por el director del organismo, Agustín Salvia, junto con los investigadores Julieta Vera y Juan Ignacio Bonfiglio.
Lejos del discurso oficial que adjudica el aumento de la demanda laboral a salarios “atractivos”, el estudio muestra que el 50% de los argentinos sufre estrés económico por no poder cubrir necesidades básicas ni mantener niveles adecuados de consumo y ahorro. “El sentido común del ‘no me alcanza’ muestra una visión más realista de la pobreza, por más que sea un factor subjetivo”, sostuvo Salvia durante la exposición del informe, que también fue comentado por expertos invitados como Jorge Paz, Rubén Mercado, María Edo y Pablo Villatoro.
Radiografía del malestar económico argentino
El documento destaca que el estrés económico superó el 50% por primera vez desde la pospandemia de 2021, alcanzando niveles similares a los de 2016, en pleno impacto de los aumentos tarifarios. La relación entre pobreza e insuficiencia percibida se ha intensificado: en el período 2017–2024, el 75,7% de los hogares pobres y el 89,8% de los indigentes declararon atravesar estrés económico. El cruce entre datos objetivos y percepciones demuestra que la autopercepción funciona como un indicador anticipado del deterioro social.
En los estratos más vulnerables (particularmente los niveles socioeconómicos bajos y medio bajos) el estrés económico llegó a rozar el 80% en los momentos más críticos. Incluso entre sectores medio-altos se registra un aumento sostenido, lo que indica que la sensación de insuficiencia de ingresos se ha expandido más allá de los sectores históricamente afectados. La presencia de niños y niñas en los hogares también se asocia con niveles más altos de estrés económico a lo largo de todo el período analizado.
El estudio, titulado “Estrés económico y movilidad social en la Argentina urbana (2010–2024)”, plantea que este indicador complementa la medición de pobreza por ingresos, incorporando variables como aspiraciones, referencias normativas y experiencias previas. Salvia remarcó que “hay un aumento sostenido de la tasa de pobreza entre 2022 y 2024”, desmarcándose así de la interpretación oficial que afirma que 2024 habría traído una mejora pronunciada.
Desde 2010, los hogares argentinos presentan una tendencia ascendente en los tres indicadores relevados: estrés económico, pobreza e indigencia. Si bien hay momentos de convergencia (como en el pico de 2016 y en el repunte desde 2022) también se evidencian desfasajes importantes. Entre 2019 y 2020, por ejemplo, mientras la pobreza por ingresos subía, el estrés económico bajaba, lo cual podría vincularse con políticas asistenciales y un contexto de aislamiento social por la pandemia.
A lo largo de todo el período, el estrés económico se mantiene por encima de la pobreza por ingresos, con diferencias de entre 10 y 20 puntos porcentuales. Esta brecha refuerza la idea de que las condiciones de vida no pueden comprenderse plenamente desde lo monetario. El informe concluye que, en los últimos años, el deterioro económico no solo se expresa en los datos duros, sino también en la creciente percepción de que la vida cotidiana se ha vuelto económicamente insostenible.
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