
Martín Alegre es oriundo de Ranchos y ya hace 6 años que vive en el campo en Chascomús. Antes de eso vivió en La Plata, donde un accidente cambió el rumbo de su vida. Se fracturó las dos piernas y ambas muñecas. Y esa no fue la primera vez que tuvo que volver a empezar.
Un corredor oriundo de Ranchos, partido de General Paz, 80 kilómetros al sur de La Plata, causó enorme revuelo en el mundo del running al participar -y ganar- una enorme cantidad de carreras corriendo en alpargatas.
Alerta al lector: detrás de esta aparente curiosidad se esconde la historia de un hombre que parece haber vivido mil vidas.
Martín Alegre nació en Ranchos, pasó parte de su vida en La Plata y actualmente reside en Chascomús. Es el menor de siete hermanos. Creció entre la separación de sus padres y una infancia áspera, marcada por el trabajo precoz, la falta de comida y una madurez forzada.
“Yo tenía 8 años, Valentín 10 y Sebastián 15. Nos cocinábamos, trabajábamos, estudiábamos. Todo así de chiquitos”, cuenta. Su madre se había mudado a La Plata con las cuatro hijas mujeres y ellos quedaron con el padre, hasta que pudieron juntar algo de dinero y tomarse un micro para reencontrarse con ella.
Pero ese primer giro importante en su vida no fue la salvación que Martín esperaba, su mamá era ama de casa y entre todos los hermanos trabajaban para colaborar. “Mi viejo nunca aportó nada. Nos arreglábamos todo a pulmón”.
“Tengo recuerdos, que a veces por 3, 4 días era agua, harina, revolver y agua tibia, engrudo. Y eso te llenaba la panza, no había otra. Y con suerte un matecocido, con suerte”.
El hogar materno tampoco fue cobijo, a los 15 años y con tres trabajos, le alquiló un “departamentito” a un amigo y nunca volvió a perder su independencia. Pintor, albañil, changas y empleado de comercio, son solo algunos de los ítems de su curriculum.
Nunca terminó el colegio pero lo anota como un proyecto pendiente. Hambre, soledad, un accidente que cambió su destino y hasta coquetear con la muerte, son parte de la vida de un hombre que hoy, con 36 años, mira para atrás y no se arrepiente de nada.
En medio de todo ese calvario encontró un refugio en el boxeo que practicaba en un gimnasio ubicado enfrente del cementerio de la ciudad de La Plata. Participó de varias competencias amateurs que le valieron el apodo de “Látigo”, en honor a su golpe y al boxeador con el que comparte el nombre de pila, Coggi.
“Hice 15 peleas, todas las gané. Creo que 10 por knock out y las demás por punto”.
Pero cuando todo parecía encaminarse en su vida, un accidente que lo dejó por meses postrado en una cama cambió el rumbo de su vida.

Se fracturó las dos piernas y las dos muñecas cuando una camioneta lo embistió en pleno centro platense, su pareja en ese momento lo acompañó durante el proceso de recuperación aunque al poco tiempo, Martín se enteró que estaba siendo engañado y decidió separarse. Tenía 26 años y parecía que ya había vivido mil vidas.
Ya no podía hacer lo que le gustaba, estaba solo nuevamente y lo único que hacía era ir de su casa a trabajar y vuelta comer, dormir y arrancar de nuevo. “Me sentaba, dormía, comía y me acostaba. Era todo el día así”, recuerda con notable pesar. “Todo eso me llevó a algo tan triste que en un momento yo quise terminar con mi vida”, dice, sin rodeos.
“Lo pensé, me senté, lo pensé de nuevo. Lloraba. Pensaba en mi viejo, en todo lo que me pasaba de chico. Creo que todo eso me ayudó a que no. Y acá estoy”.
Tras meses de mucho esfuerzo de su parte y de los profesionales médicos que lo operaron y atendieron en el Hospital San Martín de La Plata, a los que les está eternamente agradecido, logró reponerse físicamente. Pero el accidente lo dejó fuera de combate, y el desengaño amoroso fue un knock out que lo hundió en una profunda tristeza.
“¡Corre, Látigo, corre!”
Fue un amigo quien lo sacó del encierro con una sugerencia simple: “¿Por qué no te vas a las carreras?”. Martín aceptó. Y el deporte, otra vez, le dio un nuevo aire.

Empezó a correr en el Bosque de La Plata. “Si corrían 1000, yo llegaba 900”, se ríe. Hoy, seis años después, ganó 11 carreras en lo que va del año. Siempre con alpargatas y boina. Porque sí, porque no hay plata para zapatillas, pero también por elección, una declaración de principios.

Al poco tiempo se mudó a Chascomús a la que había sido la casa de su papá y “fue arrancar de cero”, pero a Martín no le asustan las líneas de largada. El año pasado participó en un carrera en Castelli y el destino volvió a moverse cuando le ganó a Damián Tello, director de Deportes del Municipio. “Le gané yo, de punta a punta, pobre, con alpargatas”, dice con una sonrisa.

“Me dice: ‘¿De dónde sos vos?’; ‘¿Por qué corres con alpargatas?’ Y le digo: primero porque las zapatillas están caras, y también corro para demostrar a la sociedad, a la gente que no se pierde la tradición, y que con poquito se puede hacer mucho en la vida”, recuerda sobre ese primer contacto con Damián Tello. “Y bueno, me felicitó, después me pidió el teléfono, nos empezamos a escribir.
Tello lo contactó, le pidió su teléfono y desde entonces lo ayuda a inscribirse en carreras que cuestan más de lo que Martín puede pagar. Como la Ecotrail de Lobos, donde el domingo pasado se quedó con el primer puesto de los 10 kilómetros. “Quedé primero en la general, primero en la categoría, gané de punta a punta la carrera. de 10 kilómetros. Y hay que ganar con alpargata”. La inscripción valía 25 mil pesos, pero Tello lo recomendó con los organizadores y consiguió una vacante.

“A veces yo llego a la carrera y me miran como diciendo: ‘Mira este de dónde salió’. Porque te miran. A veces gente de plata, de poder, me ha pasado que viene gente de Buenos Aires a correr esas carreras que son de mucho nivel, me miran la alpargata y la boina; y te miran como que te están sobrando. Y después llego y te ven que vos ganaste la carrera. Y no le pueden creer”.
“A veces yo mismo me lo pregunto, digo: ‘Mirá lo que logré’. Porque atrás de todo eso hay sacrificio, constancia, dedicación, sufrimiento, dolores, muchas cosas que te pasan en el trayecto de la vida que hay gente que a veces tampoco lo entiende”, cuenta Martín sobre el deporte al que le dedica horas todos los días. Su entrenadora está en La Plata y sigue una rutina que va “de lunes a viernes y por ahí los sábados, si no tengo carrera o los domingos, meto un fondo de 14 km. Y además, martes y jueves,hago pasada de 1000 metros a un ritmo rápido”.

En Chascomús, Martín encontró un lugar para seguir desarrollándose en las carreras y también un entorno de naturaleza que lo identifica, no es que no quiera irse nunca, pero prefiere los paisajes rurales. En la casa que le quedó de su papá, Martín volvió a armar su mundo, uno muy diferente al que había comenzado a desmoronarse en aquel accidente en el centro de La Plata. Ahora, además de trabajar como pintor y jardinero, “tengo gallinas, vendo huevos, vendo leña”.



“Yo nunca estoy quieto No paro”, comenta Martín, que trabaja con las mismas alpargatas y boina con las que corre. El parque de su casa no tiene nada que envidiarle al de alguno de esos porteños que lo mira de arriba en alguna carrera de prestigio.
“Invertí acá en mi parcela de 110 de largo por 50 de frente. Que ya es mía esta, con la casa. Una casita vieja de adobe, pero una casa firme”, cuenta orgulloso. “Tengo lo necesario y justo. A veces cuanto más tenés, peor es. Yo siempre pido salud y trabajo. Creo que lo demás después viene solo, es cuestión de tiempo”.
Fuente: INFOCIELO
